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Puteadas

Putear debe ser la frase que nos queda más cómoda. Qué placer sacar el ímpetu de levantarse desganado o desganada, y recitar como poesía la bronca hacia la mismísima nada. Puteamos el día laboral, cuando hace calor, a los pájaros que madrugan en verano a las 5 am y hasta a las madres. Tenemos la queja en el alma. El lunfardo que nos da orgullo y que infla el pecho al producirse ese encuentro de éxtasis cuando te puteo a vos, por gil. Cuando “puteo pero no me hago cargo”, que recae en una persona común que justo estaba cruzando la calle y no oyó que nos estábamos desahogando porque nos olvidamos el barbijo, o la mímica puteadora del montoncito entre manos de qué te hacés el piola, vos desde la comodidad de tu auto, y el otro que no adivina qué película es pero sabe que tiene 5 palabras. ¡Pelotudo! decís cuando vas con la bici y te amagan a estamparte con la puerta del coche. ¡Pero que hijo de puta! cuando por un centésimo, en el programa de Guido alguien estaba a punto de llevarse el au

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